6. REVOLUCIÓN RUSA
Diez días que estremecieron al mundo. John Reed
En septiembre emprendió la marcha
sobre Petrogrado el general Kornílov para proclamarse dictador militar de
Rusia. A su espalda descubrióse de pronto el puño blindado de la burguesía, que
intentaba osadamente abatir la revolución. En la conjura de Kornílov se
hallaban complicados varios ministros socialistas. Se sospechaba del propio
Kerenski.
Sávinkov, a quien el Comité
Central de su partido —el Partido Socialista-Revolucionario— pidió
explicaciones, se negó a darlas y fue expulsado del partido. A Kornílov lo
detuvieron los comités de soldados. Muchos generales fueron pasados a la
reserva, varios ministros perdieron sus carteras y el gabinete cayó. Kerenski
intentó formar un nuevo Gobierno con participación de representantes de los
kadetes, partido de la burguesía. El Partido Socialista-Revolucionario, al que
pertenecía, le ordenó prescindir de los kadetes. Kerenski no obedeció y amenazó
con que, si los socialistas insistían en su actitud, él presentaría la
dimisión.
Sin embargo, el sentir del pueblo
era tan firme y claro que en aquel tiempo no se atrevió a oponérsele. Se formó
un directorio provisional de cinco ministros con Kerenski a la cabeza, que
asumió el poder hasta que se resolviera definitivamente el problema de la
composición del Gobierno.
La sublevación de Kornílov unió a
todos los grupos socialistas —tanto «moderados» como revolucionarios— en un
apasionado impulso de autodefensa. No debía haber más korniloviadas. Era preciso formar un nuevo Gobierno responsable
ante los elementos que apoyaban la revolución. Por eso el CEC (Comité Ejecutivo
Central de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda Rusia) propuso a
todas las organizaciones democráticas enviar delegados a la Conferencia
Democrática, que debía abrirse el mes de septiembre en Petrogrado.
En el CEC se formaron
inmediatamente tres tendencias.
Los bolcheviques exigían la
convocatoria inmediata del Congreso de los Soviets de toda Rusia y el paso a
éste de todo el poder.
Los eseristas centristas,
dirigidos por Chernov, junto con los eseristas de izquierda que encabezaban
Kamkov y Spiridónova, los mencheviques internacionalistas con Mártov al frente
y los mencheviques centristas, representados por Bogdánov y Skóbelev,
reclamaban la formación de un Gobierno socialista homogéneo.
Los mencheviques derechistas,
capitaneados por Tsereteli, Dan y Líber, y los eseristas derechistas a los que
dirigían Avxéntiev y Gots, insistían en que participasen en el nuevo Gobierno
representantes de las clases pudientes.
Casi inmediatamente después de
esto los bolcheviques conquistaron la mayoría en el Soviet de Petrogrado y
luego en los Soviets de Moscú, Kíev, Odesa y otras ciudades. Los mencheviques y
eseristas que predominaban en el CEC se alarmaron y decidieron que, en fin de
cuentas, Lenin era para ellos más terrible que Kornílov. Modificaron el orden
de representación en la Conferencia Democrática, destinando muchos más puestos
a las cooperativas y otras organizaciones conservadoras.
Pero incluso esta Conferencia
seleccionada adrede se pronunció al principio por un Gobierno de coalición sin
kadetes. Sólo la franca amenaza de Kerenski de presentar la dimisión y los
desesperados alaridos de los socialistas «moderados», gritando que «la
República estaba en peligro» obligaron a la Conferencia a aceptar por una
mayoría insignificante el principio de la coalición con la burguesía y a
sancionar la creación de algo semejante a un parlamento consultivo sin ningún
poder legislativo con el nombre de Consejo Provisional de la República Rusa.
En el nuevo ministerio los
representantes de las clases pudientes de hecho lo dirigían todo y en el
Consejo de la República Rusa obtuvieron un número de actas
desproporcionadamente grande. (…)
Las clases pudientes, que se encontraban en el poder, se envalentonaron. Los kadetes declararon que el Gobierno no tenía derecho legal a proclamar la República en Rusia. Exigían la aplicación de medidas severas en el Ejército y en la Marina con objeto de disolver los comités de soldados y marinos y emprendieron el ataque contra los Soviets. Y en el ala opuesta del Consejo de la República los mencheviques internacionalistas y los eseristas de izquierda propugnaban la conclusión inmediata de la paz, la entrega de la tierra a los campesinos y la implantación del control obrero en la industria, o sea, prácticamente el programa bolchevique. Yo tuve ocasión de oír un discurso de Mártov contra los kadetes. Encorvado sobre la tribuna, como mortal enfermo que estaba, señalando con el dedo a las derechas, dijo con voz ronca apenas inteligible: «Ustedes nos llaman derrotistas. Pero los verdaderos derrotistas son los que esperan el momento favorable para concluir la paz, los que demoran interminablemente la paz hasta que del Ejército ruso no quede nada, hasta que la propia Rusia sea objeto de chalaneo entre los grupos imperialistas… Ustedes tratan de imponer al pueblo ruso una política dictada por los intereses de la burguesía. El problema de la paz debe ser resuelto inmediatamente». Entre estos grupos se debatían los mencheviques y los eseristas, percibiendo por la izquierda la presión del creciente descontento de las masas. Una profunda hostilidad dividía el Consejo de la República en grupos antagónicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario