Manifiesto comunista. Karl Marx y Friedrich Engels. 1848
Un fantasma recorre Europa: el
fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en
una Santa Alianza para acorralar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y
Guizot, los radicales de Francia y los polizontes de Alemania.
¿Qué oposición no ha sido acusada
de comunismo por sus adversarios en el Poder? ¿Qué oposición, a su vez, no ha
lanzado a sus adversarios de derecha o izquierda el epíteto zahiriente de
comunista? De aquí resulta una doble enseñanza:
l° El comunismo está reconocido
como una fuerza por todas las potencias de Europa, y 2° Ha llegado el momento
de que los comunistas expongan a 1a faz del mundo su manera de ver, sus fines y
sus tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un
manifiesto del partido. Con este objeto, comunistas de diversas nacionalidades
se han reunido en Londres y han redactado el Manifiesto siguiente, que será
publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés,
BURGUESES Y PROLETARIOS
La historia de toda sociedad
hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos,
patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros jurados y compañeros; en una palabra,
opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra
ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que termina siempre, bien
por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción
de las dos clases antagónicas.
En las primitivas épocas
históricas comprobamos por todas partes una división jerárquica de la sociedad,
una escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos
patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores,
vasallos, maestros, compañeros y siervos, y en cada una de estas clases
gradaciones particulares.
La sociedad burguesa moderna,
levantada sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los
antagonismos de clases. No ha hecho sino sustituir con nuevas clases a las
antiguas, con nuevas condiciones de opresión, con nuevas formas de lucha.
Sin embargo, el carácter
distintivo de nuestra época, de la época de la burguesía, es haber simplificado
los antagonismos de clases. La sociedad se divide cada vez más en dos grandes
campos opuestos, en dos clases enemigas: la burguesía y el proletariado.
De los siervos de la Edad Media
nacieron los componentes de los primeros Municipios; de esta población
municipal salieron los elementos constitutivos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la
circunnavegación del Africa ofrecieron a la burguesía naciente un nuevo campo
de actividad.
Los mercados de la India y de la
China, la colonización de América, el comercio colonial, la multiplicación de
los medios de cambio y de mercancías, imprimieron un impulso hasta entonces
desconocido al comercio, a la navegación, a la industria, y aseguraron, en
consecuencia, un desarrollo rápido al elemento revolucionario de la sociedad
feudal en decadencia.
La antigua manera de producir no
podía satisfacer las necesidades, crecientes con la apertura de nuevos
mercados. El oficio, rodeado de privilegios feudales, fue reemplazado por la
manufactura. La pequeña burguesía industrial suplantó a los gremios; la
división del trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció ante la
división del trabajo en el seno del mismo taller.
Pero los mercados se engrandecían
sin cesar; la demanda crecía siempre. También la manufactura resultó
insuficiente; la máquina y el vapor revolucionaron entonces la producción
industrial.
La gran industria moderna
suplantó a la manufactura; la pequeña burguesía manufacturera cedió su puesto a
los industriales millonarios – jefes de ejércitos completos de trabajadores– a
los burgueses modernos.
La gran industria ha creado el
mercado universal, preparado por el descubrimiento de América. El mercado
mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación,
de todos los medios de comunicación.
Este desarrollo reaccionó a su
vez sobre la marcha de la industria, y a medida que la industria, el comercio,
la navegación, los ferrocarriles se desarrollaban, la burguesía se engrandecía,
decuplicando sus capitales y relegando a segundo término las clases
transmitidas por la Edad Media.
La burguesía, como vemos, es
también producto de un largo desenvolvimiento, de una serie de revoluciones en
los medios de producción y de comunicación. Cada etapa de la evolución
recorrida por la burguesía ha estado acompañada de un progreso político
correspondiente. Clase oprimida por el despotismo feudal; Asociación armada
gobernándose a sí misma en el Municipio; en unos sitios, República municipal;
en otros, tercer estado contributivo de la Monarquía; después, durante el
período manufacturero, contrapeso de la nobleza en las Monarquías limitadas o
absolutas, piedra angular de las grandes Monarquías, la burguesía, después del
establecimiento de la gran industria y del mercado universal, se apodera
finalmente del Poder político – con exclusión de las otras clases – en el
Estado representativa moderno. El Gobierno moderno no es sino un Comité
administrativo de los negocios de la clase burguesa.
La burguesía ha ejercido en la
Historia una acción esencialmente revolucionaria. Allí donde ha conquistado el
Poder ha pisoteado las relaciones feudales, patriarcales e idílicas. Todas
las ligaduras multicolores que unían el
hombre feudal a sus superiores naturales las ha quebrantado sin piedad para no
dejar subsistir otro vínculo entre hombre y hombre que el frío interés, el duro
pago al contado.
Ha ahogado el éxtasis religioso,
el entusiasmo caballeresco, el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas
heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor
de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades, tan dolorosamente
conquistadas, con la única e implacable libertad de comercio. En una palabra,
en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha
establecido una explotación abierta, directa, brutal y descarada. La burguesía
ha despojado de su aureola a todas las profesiones hasta entonces reputadas de
venerables y veneradas. Del médico, del jurisconsulto, del sacerdote, del
poeta, el sabio, ha hecho trabajadores
asalariados.
La burguesía ha desgarrado el
velo de sentimentalidad que encubría las relaciones de familia y las ha
reducido a simples relaciones de dinero.
La burguesía ha demostrado cómo
la brutal manifestación de la fuerza en la Edad Media, tan admirada por la
reacción, encuentra su complemento natural en la más lamentable pereza; pero es
también la que primero ha probado lo que puede realizar la actividad humana: ha
creado maravillas muy superiores a las pirámides egipcias, a los acueductos
romanos y a las catedrales góticas, y ha dirigido expediciones superiores a las
invasiones y a las Cruzadas.
La burguesía no existe sino a
condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de trabajo, es decir,
todas las relaciones sociales. La persistencia del antiguo modo de producción
era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases
industriales precedentes. Este cambio continuo de los modos de producción, este
incesante derrumbamiento de todo el sistema social, esta agitación y esta
inseguridad perpetuas distinguen a la época burguesa de todas las anteriores.
Todas las relaciones sociales tradicionales y consolidadas, con su cortejo de
creencias y de ideas admitidas y veneradas, quedan rotas: las que las
reemplazan caducan antes de haber podido cristalizar. Todo lo que era sólido y
estable es destruido; todo lo que era sagrado es profanado, y los hombres se
ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones
recíprocas con desilusión.
Impulsada por la necesidad de
mercados siempre nuevos, la burguesía invade el mundo entero. Necesita penetrar
por todas partes, establecerse en todos los sitios, crear por doquier medios de
comunicación.
Por la explotación del mercado
universal, la burguesía da un carácter cosmopolita a la producción de todos los
países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su
carácter nacional. Las antiguas industrias nacionales son destruidas o están a
punto de serlo. Han sido suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción
entraña una cuestión vital para todas las naciones civilizadas: industrias que
no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las
regiones más alejadas, y cuyos productos se consumen, no sólo en el propio país
sino en todas las partes del globo.
En lugar de las antiguas necesidades,
satisfechas con productos nacionales, nacen necesidades nuevas, reclamando para
su satisfacción productos de los lugares más apartados y de los climas más
diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las naciones que se bastaban a sí
mismas, se desenvuelve un tráfico universal, una interdependencia de las
naciones. Y esto, que es verdad para la producción material, se aplica a la
producción intelectual. Las producciones
intelectuales de una nación advienen propiedad común en todas. La
estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles;
de todas las literaturas nacionales y locales se forma una literatura
universal.
Por el rápido desenvolvimiento de
los instrumentos de producción y de los medios de comunicación, la burguesía
arrastra la corriente de la civilización hasta las más bárbaras naciones. La
baratura de sus productos es la gruesa artillería que bate en brecha todas las
murallas de la China y hace capitular a los salvajes más fanáticamente hostiles
a los extranjeros. Bajo pena de muerte, obliga a todas las naciones a adoptar
el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la titulada
civilización; es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: se forja un mundo
a su imagen.
La burguesía ha sometido el campo
a la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado prodigiosamente la
población de las ciudades a expensas de la de los campos, y así ha sustraído
una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del mismo modo
que ha subordinado el campo a la ciudad, las naciones bárbaras o semibárbaras a
las naciones civilizadas, ha subordinado los países de agricultores a los
países de industriales del Oriente al Occidente.
La burguesía suprime cada vez más
el desparramo de los medios de producción, de la propiedad y de la población.
Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado
la propiedad en un pequeño número de manos. La consecuencia fatal de estos
cambios ha sido la centralización política. Las provincias independientes,
ligadas entre sí por lazos feudales, pero teniendo intereses, leyes, gobiernos
y tarifas aduaneras diferentes, han sido reunidas en una sola nación, bajo un
solo Gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase, una sola tarifa
aduanera. La burguesía, desde su advenimiento, apenas hace un siglo, ha creado
fuerzas productivas más variadas y colosales que todas las generaciones pasadas
tomadas en conjunto. La subyugación de las fuerzas naturales, las máquinas, la
aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación a
vapor, los ferrocarriles, los telégrafos eléctricos, la roturación de
continentes enteros, la canalización de los ríos, las poblaciones surgiendo de
la tierra como por encanto, ¿qué siglo anterior había sospechado que semejantes
fuerzas productivas durmieran en el seno del trabajo social?
He aquí, pues, lo que nosotros
hemos visto: los medios de producción y de cambio, sobre cuya base se ha
formado la burguesía, fueron creados en las entrañas de la sociedad feudal. A
un cierto grado de desenvolvimiento de los medios de producción y de cambio,
las condiciones en que la sociedad feudal producía y cambiaba, toda la
organización feudal de la industria y de la manufactura, en una pa1abra, las
relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las nuevas fuerzas
productivas. Dificultaban la producción en lugar de acelerarla. Se
transformaron en otras tantas cadenas. Era preciso romper esas cadenas, y se
rompieron. En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución
social y política correspondiente, con la dominación económica y política de la
clase burguesa.
A nuestra vista se produce un movimiento análogo. Las
condiciones burguesas de producción y de cambio, el régimen burgués de la propiedad,
toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios de
producción y de cambio, semeja al mago que no sabe dominar las potencias
infernales que ha evocado. Después de algunas décadas, la historia de la
industria y del comercio no es sino la historia de la rebelión de las fuerzas
productivas contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de
la burguesía y su dominación.
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