Tras los intentos
regeneracionistas de los partidos oficiales, estos se sumieron en la división,
incapaces de solucionar los problemas de España. Tras la muerte de Canalejas
(1912) se acaba el intento regeneracionista y comienza una etapa inestable que
terminará con la dictadura de Primo de Rivera. Esta etapa está marcada por:
La intervención en Marruecos: la Conferencia Internacional de
Algeciras había repartido la gestión de Marruecos entre España y Francia. Sin
embargo, los marroquíes (bereberes) no aceptaban la autoridad española en su
tierra, por lo que se produjeron enfrentamientos. En 1909 se produce una
derrota en el Barranco del Lobo (origen de la Semana Trágica), que acabaría con
la dimisión de Maura. Después de la I Guerra Mundial el gobierno intenta
controlar la situación, pero los marroquíes, liderados por Abd El Krim,
derrotan a las tropas españolas lideradas por el general Silvestre en el
llamado desastre de Annual (1921). Esta derrota mostraba la falta de capacidad
de los mandos militares, además de consecuencias políticas (búsqueda de
culpables, desprestigio del rey del sistema; sociales (impopularidad de la
guerra, odio del pueblo contra el sistema) y militares (descrédito para la
sociedad y sensación militar de estar humillados).
Las repercusiones de la I Guerra Mundial: cuando estalló el conflicto
(1914) el gobierno de Eduardo Dato declaró la neutralidad. La opinión pública
se dividió entre aliadófilos y germanófilos. La neutralidad le supuso a España
un crecimiento espectacular de la demanda exterior de sus productos, pero el
aumento de las exportaciones provocó un proceso inflacionista (aumento de
precios) e incluso la escasez de algunos productos básicos en el interior.
Además los beneficios de las empresas no repercutieron en aumentos salariales
equivalentes, sino que el enriquecimiento empresarial vino acompañado del
empobrecimiento general de los trabajadores, y la subida de precios de
productos de primera necesidad les hizo perder poder adquisitivo. Ante esta
situación, comenzaron las protestas populares: motines, disturbios, y huelgas
organizadas por UGT y CNT (mantenían que la guerra era una lucha entre
capitalistas).
La crisis de 1917: en ese año se
producen tres hechos que muestran el malestar de distintos sectores de la
sociedad:
El ejército
crea unas Juntas de Defensa que persiguen oponerse a los ascensos por méritos
de guerra; solicitar subidas de sueldos (diferencias con los de Marruecos) y
exigir mayor respeto al Ejército. El Gobierno detiene a los jefes de las Juntas
y los militares amenazan con desobedecer a sus mandos. El Gobierno cede y en
1918 se promulga la Ley del Ejército, dando poder al ejército frente a la
oposición obrera.
Los partidos
políticos opuestos al régimen, ante el cierre de las Cortes por el
Gobierno, piden la creación de un Gobierno provisional y la convocatoria de
Cortes Constituyentes. En Barcelona se celebra una reunión de diputados
nacionalistas, republicanos y socialistas (Asamblea de Parlamentarios),
declarada inconstitucional y disuelta por la Guardia Civil.
El movimiento
obrero (UGT y CNT), ante el auge de los precios y la falta de satisfacción
a sus demandas, convoca una huelga general indefinida con la idea de provocar
una revolución. El seguimiento es desigual, pero la represión es generalizada.
Se detiene a parlamentarios socialistas y a sindicalistas.
El trienio bolchevique: los hechos de 1917 muestran un sistema en
crisis y un movimiento obrero en expansión. Las huelgas (como la de La
Canadiense), la Revolución Rusa y la miseria agrícola sirven como causas de una
actividad revolucionaria continua, que se plasmará en huelgas, ocupaciones de
campos y ayuntamientos. La respuesta patronal será la creación de sindicatos de pistoleros para eliminar a
los líderes obreros (Salvador Seguí, por ejemplo) , con la ayuda de las
instituciones policiales.
Todos estos hechos muestran una
situación muy difícil para el régimen y la predisposición de las fuerzas del
ejército a intervenir de nuevo en la política.
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